miércoles, 29 de agosto de 2007

¿Idealizamos antes de conocer?

Con su “Me descolocaste” y el recuerdo del sexo decidí por fin llamar a Marcelo. El teléfono marcó hasta que respondió. Luego de preguntar y saber que era yo quien llamaba noté entusiasmo en su voz, se podría decir entonces que le gusto que lo llamara. En la conversación traté de averiguar más cosas sobre Marcelo, más que mal conocía bien poco sobre él, pero hubo algo que me llamó la atención: “al preguntarle donde estaba, me respondió que había viajado a ver su hijo”. Si, tenía un hijo.

Me sorprendió la confesión, de hecho comencé a preguntar que tan fuera del closet estaba, (digamos que a estas alturas no estoy para salir con un chico no asumido) y especificó que todos sabían que era gay, pero era algo que no se comentaba. Nunca me ha importado si el chico con que salgo es papá, pero me parecería curiosa la situación y haría cientos de preguntas.

Mientras reflexionaba sobre eso, Marcelo comenzó a preguntar sobre mi vida, y parecía bastante entusiasmado con averiguar detalles sobre mi, luego de algunas preguntas volvió a decir: “Sabes Martin, ese día con lo que me dijiste me descolocaste”. He ahí nuevamente la frase, la misma que me había hecho reflexionar, por lo que no perdí tiempo y mi boca dejó escapar un sincero “¿por qué?”.

Él contestó que lo había descolocado por lo que le había dicho, por como me había acercado, por como se habían dado las cosas, que había sido todo especial. ¿Es para alguien especial tener sexo en un estacionamiento?, pensé. Para mi estar jodiendo con los pantalones a la rodilla, ebrios y con la verga a punto de estallar no me parece muy especial, pero para él existían otros detalles que lo hacían especial y que quizás para mi estaban pasando desapercibidos. Y si bien su respuesta a mi duda de su “me descolocaste” extrañamente no me había logrado entusiasmar, creo que no estaría mal volverlo a ver.

La segunda llamada suele ser decidora, ya que decides si existe o no algo de “química” post sexo y por ende si se quieren volver a ver. Hasta este momento eso último no lo tenía bien claro, pero quizás motivado por repetir el sexo o sin nada que perder, lo invite a una segunda cita. Marcelo se mostró bastante interesado y me invitó a salir para el fin de semana siguiente, primero a casa de unos amigos a beber algo y luego a bailar. ¡Wow, wow, wow, a casa de sus amigos!, ¿tan pronto y sin verme antes como para conocernos algo más?. Bueno, si bien su invitación no decía nada, él me estaba transmitiendo interés de su parte y hasta quizás algo de proyección, por lo que antes de contestar decidí pensar si quería o no juntarme otra vez y le dije que le devolvería el llamado para responder.

Marcelo me preguntó cuando, le dije que no sabía y él dijo después “tu me puedes llamar cuando quieras”. Fin de la conversación. Al colgar llamé a Osvaldo, quien antes de escucharme comenzó contándome que su “Jessy” sin conocerlo ya casi le estaba jurando amor eterno, que le había hablado hasta de vivir juntos. Todo esto me llevó a pensar “si de verdad nos damos el tiempo de conocer a las personas antes de formarnos expectativas”, o ¿Nuestra inconciente tendencia a la búsqueda de parejas nos hace idealizar a personas con las cuales compartimos una buena encamada esperando que sean el indicado?.

¿Será entonces por no darnos este tiempo que luego nuestros fracasos amorosos nos pueden llegar a doler tanto?. Mientras pensaba esto Osvaldo me comentó que le parecía extraño que su “Jessy” no se quisiera mostrar por webcam, y que antes de juntarse o creerle todo lo que le había dicho esperaría a por lo menos verlo virtualmente primero. Por mi parte, si bien me había gustado algo sentir el interés de Marcelo por mi, me incomodaba que fuese con sus amigos ahí, por lo que quizás no aceptaría su invitación, ya que antes de conocer su mundo o de entrar en él quería saber primero quién era, antes de formarme una imagen que no es, y saber así, que si me doy la instancia de conocerlo estaré en lo correcto.

martes, 28 de agosto de 2007

¿Dejar tus pertenecias en la cama de otro por una llamada?

Después de la rápida sesión de sexo recordé que aun no sabía nada de mi amigo Osvaldo, pero por la hora que era preferí hablar con él al día siguiente. Por supuesto el se había ido con acompañado a su departamento (esta bien que quiera que se la jueguen por él, pero tampoco va andar de célibe por la vida). Así que en nuestra primera conversación del día nos contamos los detalles de nuestros encuentros.

Por mi parte hablé de Marcelo, y de lo placentero que fue nuestro sexo, aunque no mencione su “me descolocaste” que no podía sacar de mi cabeza. De hecho, me empecé a cuestionar si el haber tenido sexo como lo tuvimos habría sido la manera más indicada de proceder después que alguien te dice “me descolocaste”. Habitualmente no me arrepiento de lo que hago pero en este caso lo estaba pensando más de la cuenta.

Osvaldo por su parte se había llevado a un tipo casi al terminar la noche (una de las capacidades de mi amigo, que cuando le dice “vente conmigo” a alguien nunca le dicen que no). Osvaldo no recordaba bien el nombre de quien se llevó (algo bastante habitual en él) y dijo que quizás se llamaba Julio, pero que trabajaba de cocinero en uno de los restaurant de la zona gastronómica más prestigiosa de la ciudad. Tampoco recordaba su edad, pero lo describió como masculino y bien dotado, lo que para una sesión de sexo sin compromiso, se agradece.

Osvaldo es lo que se llama versátil, porque no tienes rollos con el rol sexual y lo decide cuando está en la cama (es pasivo con los tipos dotados y es activo con los chicos más menudos y menores que él). En este caso “posible Julio” era dotado, grande (no más alto que él), mayor de 30 años y con algunos kilos de más que se debe a que si no se ejercita, con el trabajo que tiene, puede subir algo de peso fácilmente.

Según comentó Osvaldo, el trámite al llegar a casa fue más bien usual, las mamadas (donde descubrió que era dotado), para luego dejarse penetrar fuertemente por la dotación generosa de su nuevo compañero de sexo, primero de lado, luego montado, hasta venirse en su pecho, a mi juicio una de las más calientes formas de acabar (no hay nada más rico que una verga disparando semen frente a tus ojos).

Al día siguiente, ya satisfecho y sin alcohol, Osvaldo le pidió amablemente a su compañero que abandonara el departamento. ¿Julio? se fue, no antes sin darle su número a Osvaldo, pero he aquí el detalle que llama la atención, el tipo dejó sus llaves y su reloj (¿?). Curioso por decirlo menos, ¿Cómo entraría a su casa sin las llaves?, ¿Tendrá algunas de repuesto o tendrá que esperar hasta tenerlas de nuevo?. No creo.

Esto me llevó a pensar. ¿Andará por la vida dejando sus cosas para asegurar una segunda cita?. Si es así, sería una buena táctica, una táctica que me causó bastante gracia, y que luego me llevó a reflexionar sobre si ¿Será lícito dejar tus cosas en la cama de alguien si te gusta, asegurando que existirá una llamada y una segunda cita para devolverlas?. ¿Será efectivo dejar tus cosas en casa de alguien con quien tuviste sexo Express para que te vuelva a llamar?.

Quizás podríamos dejar algo como una camiseta, o un anillo, pero quizás estas cosas no sean lo suficientemente costosas para que exista la conciencia de devolverlas. Pero ¿Qué pasa si dejas un reloj o tu billetera y nunca te vuelven a llamar?. De ser así muchos perderían sus cosas, porque hay varias personas que se llevan a otros sólo por la noche y que no quedan conformes con el sexo y que obviamente no volverían a llamar, por lo que si se masificara el dejar en las camas de otros algo para asegurar una llamada para devolverlas, sería mucha la gente que perdería cosas valiosas y hasta quizás existirían aseguradoras que ofrecerían “seguros de reembolsos en caso de cosas no devueltas dejadas en camas de amantes fortuitos”. Gracioso.

Por su parte y a pesar de que sólo destacó que lo pasó bien por la dotación de su amante de la noche, Osvaldo llamaría a Julio para devolver sus cosas argumentando que Julio debía sentirse usado y más encima iba a perder sus cosas”. El punto gracioso es que Osvaldo como no recordaba exactamente como se llamaba el tipo y entre tanto número que ha guardado luego de llevarse chicos a la casa podría llamar al equivocado.

Por mi parte, y aunque Marcelo no dejó nada material en mi, si había dejado algo que ameritaba una llamada y una segunda cita, y eso era su frase “Me descolocaste”, lo que me hacía pensar que quizás aparte de haber tenido sexo rápido y morboso, algo nos podríamos haber llegado a gustar.

lunes, 27 de agosto de 2007

¿Habremos perdido la capacidad de creer?


Con el sabor al mal sexo y el aroma de su cuerpo, enfilé camino hacia mi departamento pensando en lo ocurrido y antes de llegar, mi amigo Osvaldo llamó para hacer algo en la noche, era viernes, por lo que tragos, una buena conversación y algo de fiesta me viene ideal Quedamos en el lugar de siempre y caminamos hacia nuestro bar gay usual.

Osvaldo es uno de mi mejores amigos; más de un metro ochenta, fornido, tez blanca, pelo negro corto, barba de algunos días, todo un bombón para cualquier chico, pero con una conciente e inconciente rebeldía tremenda al compromiso, porque tras su marcada imagen varonil existe un chico tierno y sensible que espera que se la jueguen por él, cosa que no todos perciben en una primera instancia.

Después de los detalles sexuales de mi experiencia con José, Osvaldo sacó a tema que había conocido a un chico por una página de contactos. Por supuesto, el tipo se flechó de inmediato con Osvaldo, y en la típica conversación de cuando se quiere conquistar, se vanaglorio de poseer una imponente situación económica y de viajar mucho, detalle que usan los que no tienen nada mejor para ofrecer. El tipo en cuestión se llamaba Jessy, tenía 29 años, trabajaba como bartender, de nacionalidad italiana, buen cuerpo, tez blanca y atractivo.

¿Bartender?, ¿que viaja por el mundo?, “curioso”, pensé, porque si somos francos, por estos lados es sabido que un bartender no gana un sueldo con muchos ceros que digamos. Paradójicamente, el celular de Osvaldo sonó y era precisamente el nuevo galancito, que no era de nuestra ciudad y que en un acto de romanticismo lo llamó para dedicarle… ¿Su primer trago servido de la noche?. La llamada nos causó gracia, ¿Quién llama para dedicar el primer trago servido de la noche?, pues nadie, así que este tipo, que aun no se mostraba por cam, quería conquistar a como de lugar o realmente tenía algún tipo de problema.

Luego nos fuimos a un club a bailar y como no había mucho que mirar, fuimos por unos tragos, ya que extrañamente después de unas copas “todo parece más bonito”. Mientras Osvaldo iba por los tragos, me fui al baño y sorpresa, entró José. Nos saludamos; yo manteniéndome indiferente, y él, estrechándome la mano como un amigo, curioso si pensamos que hace menos de cinco horas había estado moviéndose dentro de mi. Estos son los momentos en que pienso que no estoy tan errado en la mayoría de mis percepciones y me da cierta satisfacción el haber aprendido algo con todo lo que me suele pasar.

Como si el episodio de la tarde hubiese pasado hace cien años, caminé hacia donde estaba Osvaldo para contarle de mi curioso encuentro, y por supuesto, mostrarle quien era José. Vestía la misma ropa de la tarde y estaba acompañado de un chico poco agraciado, bajo, de lentes, triunfo moral para mi. Como en el club todas las noches parecen iguales, empecé a mirar para buscar lo distinto, y me quedé prendido de un chico. Trigueño, esbelto, no muy alto, un chico normal. Con mis copas encima, me puse a bailar solo mientras Osvaldo llegaba; fue entonces cuando le chico me miró y me sonrió, con la señal dada me acerqué para conocerlo. Su nombre era Marcelo, tenía 27 años, se desempeñaba en lo laboral como “independiente”.

Mientras bailábamos noté que él chico estaba algo bebido y además realizaba un intercambio de miradas con un chico que bailaba cerca, eso no me gustó y le dije “me voy”. Él, preguntó “por qué´” y le expliqué él por qué. Negó el coqueteo, pero para entonces ya no quería seguir bailando con él, así que me fui en busca a mi amigo Osvaldo, que ya no estaba en el lugar. El club terminó y al salir me encontré nuevamente con Marcelo, que caminaba delante de mi; se volteó y me hizo una seña de seguirlo. Podía reconocer a que se refería esa señal (si sé, es algo fácil, pero recuerden que en la tarde estuve con José y no acabé).

Lo seguí hasta un estacionamiento, y al llegar lo miré y le pregunté ¿Qué onda”, él me dijo, “nada, todo bien”, y después le dije que me había gustado y que me había acercado porque quería conocerlo “en buena”. Me miró extrañado, y me dijo “me descolocaste” y nos comenzamos a besar. Con alcohol y prendido por lo de la tarde, empecé a provocarlo para que diéramos algunos pasos más, por lo que le dije “se que los dos queremos sexo, pero quiero que exista un mañana”, y el chico me sonrió y llevó mi mano a su bulto, que por supuesto ya estaba erecto y era relativamente dotado.

Comencé a masajearlo y pronto me agaché para poder sacarlo y mamarlo, a la vez que él metía sus manos en mi pantalón. El sitio no era el más cómodo, pero tenía ese morbo y la excitación de ser descubiertos que calientan más, por lo mismo me apuré y comencé a mamárselo apasionadamente. Él sujeto mi cabeza con ambas manos mientras metía su pene en mi boca, luego me levantó y me volteó para apoyarme en un muro, me bajo el pantalón, mojó su verga y me penetró con un fuerte impulso.

Me dolió bastante, pero luego se fue trasformando en placer, mientras sus caderas golpeaban las mías y su respiración chocaba en mi oreja. El lugar no era para quedarse mucho rato, por lo que no tardó mucho en anunciar que iba a acabar. Lo sacó y en el instante comenzó a lanzar semen, mientras me miraba; yo hice lo propio y muy caliente eyaculé mientras el aun se agitaba su pene. Luego de limpiarnos nos fuimos rápido y mientras llegábamos al paradero, Marcelo me comentó que de verdad no esperaba que después de tanto sólo, alguien le dijera “te quiero conocer en buena” y que lo había descolocado.

Luego del intercambio de teléfonos acordamos vernos otra vez, y mientras me iba en el colectivo me puse a pensar en lo mucho que repitió que lo había descolocado. ¿Hemos perdido quizás la capacidad de sorprendernos cuando alguien quiere conquistarnos?, ¿Decir cosas como “te quiero conocer en buena” o “te dedico mi primer trago servido” nos parecen raras o tontas porque estamos acostumbrados a que todo debe tener una segunda intención?. ¿Habremos perdido inconcientemente la esperanza de encontrar gente sincera para enamorarnos?. ¿Habremos perdido la capacidad de creer?.