lunes, 27 de agosto de 2007

¿Habremos perdido la capacidad de creer?


Con el sabor al mal sexo y el aroma de su cuerpo, enfilé camino hacia mi departamento pensando en lo ocurrido y antes de llegar, mi amigo Osvaldo llamó para hacer algo en la noche, era viernes, por lo que tragos, una buena conversación y algo de fiesta me viene ideal Quedamos en el lugar de siempre y caminamos hacia nuestro bar gay usual.

Osvaldo es uno de mi mejores amigos; más de un metro ochenta, fornido, tez blanca, pelo negro corto, barba de algunos días, todo un bombón para cualquier chico, pero con una conciente e inconciente rebeldía tremenda al compromiso, porque tras su marcada imagen varonil existe un chico tierno y sensible que espera que se la jueguen por él, cosa que no todos perciben en una primera instancia.

Después de los detalles sexuales de mi experiencia con José, Osvaldo sacó a tema que había conocido a un chico por una página de contactos. Por supuesto, el tipo se flechó de inmediato con Osvaldo, y en la típica conversación de cuando se quiere conquistar, se vanaglorio de poseer una imponente situación económica y de viajar mucho, detalle que usan los que no tienen nada mejor para ofrecer. El tipo en cuestión se llamaba Jessy, tenía 29 años, trabajaba como bartender, de nacionalidad italiana, buen cuerpo, tez blanca y atractivo.

¿Bartender?, ¿que viaja por el mundo?, “curioso”, pensé, porque si somos francos, por estos lados es sabido que un bartender no gana un sueldo con muchos ceros que digamos. Paradójicamente, el celular de Osvaldo sonó y era precisamente el nuevo galancito, que no era de nuestra ciudad y que en un acto de romanticismo lo llamó para dedicarle… ¿Su primer trago servido de la noche?. La llamada nos causó gracia, ¿Quién llama para dedicar el primer trago servido de la noche?, pues nadie, así que este tipo, que aun no se mostraba por cam, quería conquistar a como de lugar o realmente tenía algún tipo de problema.

Luego nos fuimos a un club a bailar y como no había mucho que mirar, fuimos por unos tragos, ya que extrañamente después de unas copas “todo parece más bonito”. Mientras Osvaldo iba por los tragos, me fui al baño y sorpresa, entró José. Nos saludamos; yo manteniéndome indiferente, y él, estrechándome la mano como un amigo, curioso si pensamos que hace menos de cinco horas había estado moviéndose dentro de mi. Estos son los momentos en que pienso que no estoy tan errado en la mayoría de mis percepciones y me da cierta satisfacción el haber aprendido algo con todo lo que me suele pasar.

Como si el episodio de la tarde hubiese pasado hace cien años, caminé hacia donde estaba Osvaldo para contarle de mi curioso encuentro, y por supuesto, mostrarle quien era José. Vestía la misma ropa de la tarde y estaba acompañado de un chico poco agraciado, bajo, de lentes, triunfo moral para mi. Como en el club todas las noches parecen iguales, empecé a mirar para buscar lo distinto, y me quedé prendido de un chico. Trigueño, esbelto, no muy alto, un chico normal. Con mis copas encima, me puse a bailar solo mientras Osvaldo llegaba; fue entonces cuando le chico me miró y me sonrió, con la señal dada me acerqué para conocerlo. Su nombre era Marcelo, tenía 27 años, se desempeñaba en lo laboral como “independiente”.

Mientras bailábamos noté que él chico estaba algo bebido y además realizaba un intercambio de miradas con un chico que bailaba cerca, eso no me gustó y le dije “me voy”. Él, preguntó “por qué´” y le expliqué él por qué. Negó el coqueteo, pero para entonces ya no quería seguir bailando con él, así que me fui en busca a mi amigo Osvaldo, que ya no estaba en el lugar. El club terminó y al salir me encontré nuevamente con Marcelo, que caminaba delante de mi; se volteó y me hizo una seña de seguirlo. Podía reconocer a que se refería esa señal (si sé, es algo fácil, pero recuerden que en la tarde estuve con José y no acabé).

Lo seguí hasta un estacionamiento, y al llegar lo miré y le pregunté ¿Qué onda”, él me dijo, “nada, todo bien”, y después le dije que me había gustado y que me había acercado porque quería conocerlo “en buena”. Me miró extrañado, y me dijo “me descolocaste” y nos comenzamos a besar. Con alcohol y prendido por lo de la tarde, empecé a provocarlo para que diéramos algunos pasos más, por lo que le dije “se que los dos queremos sexo, pero quiero que exista un mañana”, y el chico me sonrió y llevó mi mano a su bulto, que por supuesto ya estaba erecto y era relativamente dotado.

Comencé a masajearlo y pronto me agaché para poder sacarlo y mamarlo, a la vez que él metía sus manos en mi pantalón. El sitio no era el más cómodo, pero tenía ese morbo y la excitación de ser descubiertos que calientan más, por lo mismo me apuré y comencé a mamárselo apasionadamente. Él sujeto mi cabeza con ambas manos mientras metía su pene en mi boca, luego me levantó y me volteó para apoyarme en un muro, me bajo el pantalón, mojó su verga y me penetró con un fuerte impulso.

Me dolió bastante, pero luego se fue trasformando en placer, mientras sus caderas golpeaban las mías y su respiración chocaba en mi oreja. El lugar no era para quedarse mucho rato, por lo que no tardó mucho en anunciar que iba a acabar. Lo sacó y en el instante comenzó a lanzar semen, mientras me miraba; yo hice lo propio y muy caliente eyaculé mientras el aun se agitaba su pene. Luego de limpiarnos nos fuimos rápido y mientras llegábamos al paradero, Marcelo me comentó que de verdad no esperaba que después de tanto sólo, alguien le dijera “te quiero conocer en buena” y que lo había descolocado.

Luego del intercambio de teléfonos acordamos vernos otra vez, y mientras me iba en el colectivo me puse a pensar en lo mucho que repitió que lo había descolocado. ¿Hemos perdido quizás la capacidad de sorprendernos cuando alguien quiere conquistarnos?, ¿Decir cosas como “te quiero conocer en buena” o “te dedico mi primer trago servido” nos parecen raras o tontas porque estamos acostumbrados a que todo debe tener una segunda intención?. ¿Habremos perdido inconcientemente la esperanza de encontrar gente sincera para enamorarnos?. ¿Habremos perdido la capacidad de creer?.

1 comentario:

Unknown dijo...

Esta es mi historia de como me hice gay: ya a los 10 años un amigo de la familia me violaba con mucha frecuencia. Como empezó todo,
un dia estabamos en la casa de el,
bañandonos en una pileta de lona,
de repente me bajó la maya sacó su enorme pija,me la apoyó en el ojete
pero por mas que empujara no me entraba, yo estaba paralizado de terror,traté de irme pero no me dejaba mover,como no me entraba,se puso a chuparme el ojete, era una sensacion de miedo y placer,me empezó a gustar, me calenté de tal manera que abrí el orto lo mas que pude para que me penetrara,me puso un dedo despues otro hasta que me puso los 5 dedos,me volvia loco de placer,le dije meteme toda la pija,
violame que me la voy a comer toda,
empezó a ponerla muy despacio para que no me doliera,pero yo la queria toda adentro,empuje para atras con todas mis fuerzas,me la metió hasta el fondo(me dolió muchisimo) sentia como me desgarraba el ojete,me cojia con tal furia que un tremendo chorro
de semen me llenó la cola fue tanta cantidad que me chorreaba x las piernas.
Como no se le bajaba siguio cojiendome hasta que me hizo acabar x atras,la tenia puesta hasta el fondo y me dió un gran placer, yo no queria que me la sacara la queria tener mas tiempo adentro pero no pudo ser y me quedé con las ganas.
Haciamos de todo pero yo queria mas placer,le dije no tenes alguno mas que quiera participar,me dijo no te olvides que solo tenes 10 años y es muy peligroso, no importa traé otro mas,me contestó
que conocia a uno pero nadie queria hacer sexo con el por el tamaño de la verga,cuando escuche eso me recalenté y le dije traelo
igual. Pasaron 3 dias me comentó viene hoy,barbaro le dije,me bañé
y para prepararme el ojete me metí una talquera que tenía casi
18x8cms.para tenerlo bien abierto y no me doliera tanto cuando me la metieran.Ya estando los 3 juntos yo estaba muy nervioso por lo que me habia comentado de la pija tan
grande,me dijo vos sos muy chico para que te penetre chupamela y te sacas el gusto, en la boca solo me entraba la punta era tan gruesa que daba miedo,se la dejé de chupar y le dije la quiero probar pero no me la queria meter porque el tamaño era de 16x10cms.igualmente metemela despacio asi lo hizo solo me entraba la punta el dolor era muy fuerte, por mas que queria no podia (yo me la queria comer toda porque cuanto mas grande mejor)entonces me puse boca abajo en la cama con tres almohadas para que me quedara bien abierto, y le dije cojeme, se subió arriba mio igual no me entraba,despues de un rato me colocó la cabeza yo estaba esperando eso porque empujé el orto para arriba con furia y me entró de una manera violenta,me puse a llorar del dolor, y le dije seguime cojiendo que quiero acabar junto con vos, al rato me largó un terrible chorro de semen, cuando sentí la leche tan caliente acabé casi junto con el x el ojete
ellos tenian Ruben 36 años y el otro 44 años. Me siguiron cojiendo
hasta casi los 15 años,de vez en cuando eramos 4 y me comia todas las pijas,un dia casi me ponen 2 juntas pero no pudo ser y me quedé con las ganas. mblancos10@gmail.com