jueves, 5 de junio de 2008

¿Invitar a alguien a casa significa necesariamente tener sexo?

Tratando de contener mis impulsos sexuales y llevar mi hipótesis de como conocer a la persona ideal, me pase unos días analizando la gente de mi msn; específicamente, quién dentro de los contactos podía ser bueno para sacarlo del mundo virtual y llevarlo al plano real para conocerlo, así es como Carlos apareció. Carlos era un chico de 28 años, bastante reservado y muy poco asiduo a largas conversaciones por la mensajería virtual, a pesar de que estaba entre mis contactos hace algún tiempo.

No soy bueno para llevar gente hasta mi departamento, siempre he preferido tener sexo en camas ajenas, pero esta vez rompí el molde porque quería intentar algo diferente: conocer a alguien y no tener sexo a la primera. Al juntarnos, lo que vi me gustó: look alternativo, pelo de chico rebelde desordenado, barba de algunos días y unos lentes intelectual-cool. Algo que no me esperé, pero que llamó mi atención.

Luego de algunos minutos pude descubrir algunas cosas que no me gustaron de él: trabajaba en un salón de belleza y algunos de sus movimientos eran algo afeminados. Mientras me hablaba de su independiente y algo extraña vida, comencé a cuestionarme esta cita, ¿Había sido correcto llevar a casa a alguien para un primero encuentro?.

Los minutos pasaban y la conversación se hacia tediosa, hablamos de sus relaciones amorosas pasadas (mientras yo sigo manteniéndome mudo respecto a ese tema con la gente que acabo de conocer), hasta que comenzó con las típicas caricias casualmente concientes, esas que rompen la barrera del contacto físico y crean el preámbulo para más. Después de eso la historia se me hizo conocida: nos besamos.

Como estábamos recostados, no tardamos en acariciarnos bajo la ropa, y la temperatura de ambos comenzó a subir. Mientras pensaba ¿Qué parte de no tener sexo hoy no me estaba cuadrando?, ya tenía a Carlos acariciándome el bulto. No se si habrán sido las circunstancias, mi poca experiencia al organizar citas que no tengan que involucrar sexo o la calentura acumulada de Carlos, pero ya estábamos lo suficientemente excitados como para parar. Así que me relajé y comencé a disfrutar.

Su piel era suave, sin ningún vello, y su cuerpo delgado y tonificado, un deleite. Desnudos y después de explorar nuestros rincones con labios y lenguas, lo comencé a penetrar suavemente, sus gemidos eran leves, mientras sus besos se hacían más apasionados a medida que mi velocidad de embestidas aumentaban. Sudados y cerca de acabar, Carlos comenzó a decir que no lo siguiera tocando porque iba a eyacular.

Me apuré para lograr tener el orgasmo penetrándolo y en cuanto le anuncie que me venía comenzó a lanzar lo suyo sobre su estomago, la verdad fue bastante excitante verlo, por lo que mi orgasmo fue más intenso. Luego de eso, el reloj ya marcaba las tres de la mañana, y bueno, se tuvo que quedar. Este detalle no me agradó, ya que no me gusta compartir mi cama, pero no le podía decir que se fuera a esas horas, por esa razón decidí apagar la luz y tratar de dormir.

Mientras Carlos descansaba en mi hombro, no pude evitar sentirme mal por toda la situación. En primer lugar, porque terminé haciendo precisamente lo que no quería: tener sexo a la primera; segundo, tenía a alguien extraño pasando la noche conmigo. ¿Seré yo que no se hacer las cosas bien o tengo que aprender algo que hasta el momento se me ha hecho esquivo? ¿Mi invitación habrá sido confusa? ¿Invitar a alguien a casa significará necesariamente tener sexo en el mundo gay?. Mientras descubro eso me dormiré para que esta noche pase rápido, mañana Carlos ya se habrá ido y se supone que me sentiré mejor. Pero, ¿Será así?.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Corrigiendo errores: ¿Es el sexo lo más importante?

La noche siguió y comencé a sentir ese calor impetuoso que te da el fondo del vaso del segundo trago, que por alguna razón comienza en los labios y termina en la ropa interior. Me separé de mis amigos y comencé a recorrer como cazador el club. “Muy gordo”, “muy flaco”, “muy mal vestido”; pensaba, mientras caminaba como si estuviese eligiendo ropa en algún mall o centro comercial.

Mientras me disponía a bajar nuevamente la escalera del segundo piso alguien me tomó del brazo. Al voltearme me di cuenta que era un chico moreno, alto, con barba de unos días y vestido con una sobria camisa negra. ¿Hola, quieres bailar? –me dijo-. Lo miré y le sonreí, al mismo momento pensaba que el chico no estaba mal y quizás podría salir algo bueno de eso; sexo, se entiende, más que mal desde mi ex novio que no logro tener sexo excelente. Quizás esta noche sea la excepción.

Aunque estaba en búsqueda de lo que estaba ocurriendo, creí pertinente no mostrar un interés demasiado grande, por lo que le contesté que “bailáramos, pero primero iba a buscar a Andrés y Osvaldo”, los amigos que estaban conmigo, para ponerlos al tanto de que iba a estar con alguien más. El chico se puso serio, y me dijo, “bien, anda, pero sé que no volverás”. Me sorprendió su reacción, ya que al pensarlo generalmente la gente nunca vuelve cuando dice bailemos después, por lo que le contesté “tranquilo, te prometo que volveré y yo cumplo mis promesas”.

Mientras bajé a ver a mis amigos pensé en no volver. Había algo en las palabras de aquel chico que daban la impresión de que no era de las personas más relajadas; sin embargo regresé, más que mal ya había dicho que cumplía mis promesas y no tenía otra opción. Subí y estaba, exactamente, en el mismo lugar en que me habló. Me acerqué y le dije: “te dije que volvería”. Luego de un par de canciones comenzó la típica rueda de preguntas: ¿Cómo te llamas?, “¿De dónde eres?”, etc. Tenía 27 años, su nombre era Cristian y trabajaba fuera de la ciudad, hoy estaba gracias a unos días libres que tenía cada tres semanas.

El chico era muy atento, me invitó un par de tragos más y mientras bailábamos intentó besarme. Darle un beso hubiese sido fácil, creo que ya he dado bastantes como para hacerme problemas, pero había algo en mi cabeza que me decía y me repetía “si no quieres, ¿para qué lo vas a hacer?. Y le dije: “vamos con más calma, quiero conocerte más antes de ilusionarte con algo que no se si pueda seguir más de hoy”. Mi pensamiento inmediato fue “¿él que dijo eso fui yo?”, y a pesar de que el chico se sintió algo incomodo luego de la negativa y podría haber tenido muy buen sexo con él ya que tenía una muy lindo torso, creo que estaba tomando la decisión correcta.

¿Cuántas personas más será necesario que digan “a él me lo follé” para entender que quizás no es sólo sexo lo que estoy buscando? ¿Cuántas veces más debo follar para darme cuenta buscando y buscando no se tiene mejor sexo? ¿Podré entender que no repetiré el buen sexo que tenía con mi ex novio porque no era sólo sexo?. ¿Cuántas veces tendré decepcionar a más personas para darme cuenta que así no se busca al indicado?.

Aunque Cristian podría estar odiándome por haberlo rechazado, después de haber estado esa noche en ese club creo que me he dado cuenta es tiempo de dejar de cometer los errores del pasado y darme cuenta que es mejor tratar de no esperar un poco más antes de tener sexo. ¿Será que me he dado cuenta que no siempre el sexo es lo más importante?. Creo que quizás sea bueno comenzarlo a averiguar.

lunes, 28 de abril de 2008

¿Libertad o Amor, tenemos la elección?


Desde Marcelo en adelante he detenido el ritmo de sexo furtivo con chicos como final de noche de fiesta, el motivo no es que no me haya parecido atractivo alguno en algún club; sino que me comencé a preguntar si ¿Este tipo de aventuras traería al chico indicado a mi lado o sólo era un periodo de entretención mientras conocía a una persona con la que valiese la pena intentar algo más serio?.

Hace tiempo que no tengo una relación estable, y si bien es agradable vivir la vida de forma libre, haciendo todo lo que se desea, y sin restricciones para tener buen sexo con todos los chicos guapos del circuito, el tener sexo después de una noche de fiesta y luego regresar solo a casa, sólo con un buen orgasmo a cuestas, no es siempre un móvil gratificante que te mueva día a día.

Ese día en el club todo me pareció distinto, si bien era una noche normal de sábado, no hubo ningún trago previo por lo que entre al lugar completamente sobrio, y mientras esperaba a mis amigos, subí al segundo piso para mirar a la pista. Es curioso como cada noche de sábado parece un “deja vu”, siempre parece haberse vivido una y otra vez. La misma gente, la misma música electrónica, el mismo olor a cigarro y la misma sensación de estar mirando una fiesta que parece durar para siempre.

Al rato no demoraron en llegar Osvaldo y Andrés, éste último está desde hace mucho tiempo en una relación estable, y si bien no es un noviazgo que se caracterice por ser idílico y carente de problemas, a él parece resultarle. De hecho, Andrés es una de las personas que no puede estar solo, necesita estar en una relación, pero una vez que la tiene necesita la libertad que perdió con la llegada del noviazgo.

Este último detalle es precisamente lo que le ocasiona la mayor cantidad de problemas con su novio, un chico celoso y que siempre está pensando que Andrés le será infiel. A pesar de ello, Andrés parece tolerar esas discusiones para lograr salir sólo un fin de semana. Osvaldo por su parte, es el promotor de soltería y la libertad por excelencia, no quiere por nada del mundo comprometerse, y cuando a tratado de verse en más de una ocasión con algún chico, siempre elige el que esta pololeando, él que no quiere compromisos; en resumidas cuentas el equivocado.

Mientras la noche seguía su curso, no pude evitar pensar que es lo que tiene una noche de club que hace que muchos la prefieran antes una relación estable. Si bien, la necesidad del ser humano es emparejarse, muchas personas están dispuestas a sacrificar el estar en algo estable por no perder la independencia. E incluso, muchos de los que ya tiene una relación estable la pierden por esa necesidad de poder salir tranquilos y libres a un club las noches de sábados.


¿Vale la pena quedarse sólo para ser libre y hacer todo lo que queramos sin que nadie nos controle o nos diga lo que tenemos que hacer?. ¿Las noches de fiesta con amigos pueden reemplazar una relación estable con alguien que nos pueda amar?. ¿Estaremos los chicos gays destinados a sólo bailar y bailar y hacer de nuestra vidas una fiesta interminable en la que no existe cabida para el amor?. Mientras termino de pensar en eso, voy por un trago, creo que ya lo estoy necesitando con urgencia.

¿Gay que arranca sirve para otra batalla?


A sido bastante el tiempo en que he estado ausente, y en honor a la dedicación de quienes leen, antes de continuar con mi vida buscando la felicidad al lado de una pareja gay estable, contaré que fue lo que ocurrió con mi historia con Marcelo, y de mi amigo Osvaldo y su enigmático amigo virtual “Jessy”.

Por mi parte, y sin tener una idea clara de un por qué, no concreté la segunda cita con Marcelo. La verdad no es por miedo a entrar en una relación estable (dado que el quería algo un poco más oficial), sino que corresponde a después de un par de llamadas me di cuenta que Marcelo y yo teníamos bastante poco en común, por lo que verme e intentar algo con alguien que nada tiene que ver conmigo, podría, en lo pronto, ser más un dolor de cabeza que una relación provechosa.

Por el lado de Osvaldo, siguió hablando con su amigo Jessy, hasta que por fin aceptó a mostrarse por cam y, sorpresa, no tenía nada que ver con el chico de las fotos. Según él, las fotos habían sido tomadas hace mucho tiempo; sin embargo, en la fotografía aparecía un guapo y musculoso chico trigueño, pero él distaba mucho de ese prototipo. Muy por el contrario, era moreno, algo pasado en kilos y con lentes de contacto de color verde.

Osvaldo se decepcionó mucho al sentirse engañado, pero ¿Quién a dicho la verdad desde que apareció Internet?. Muy pocos. A pesar de ello, Osvaldo y Jessy siguieron hablando, hasta que una noche, en la que no habíamos salido de fiesta Jessy llamó cerca de las cinco de la mañana a Osvaldo. El tipo decía estar saliendo de una de las fiestas de circuito, “Liquid”, para ser más exactos, y que quería irse al departamento de Osvaldo.

Sin explicación alguna y quizás con la curiosidad encima de saber ¿quién diablos era el bartender?, Osvaldo aceptó, y luego de una hora, Jessy estaba en el departamento. En persona el tipo era menos afortunado aun, y Osvaldo claramente decepcionado por la mala decisión tomada, no tuvo otra opción que acceder a la propuesta de un hombre gay de notorios 35 años, tomado y algo drogado, que luego de una noche de fiesta buscaba lo que todo gay puede buscar a esas horas: sexo.

Por lo menos el famoso Jessy era dotado, pero era dueño de un miembro con particular característica: su verga se erectaba curva. Pero no algo usual hacia arriba o hacia abajo, sino hacia la izquierda; es decir, tenía un pene que parecía un gancho. Osvaldo estaba decepcionado y en cada embestida del “Hombre pene gancho” más se arrepentía de haber invitado a alguien que sabía que no era quien había dicho ser. En otras palabras, “La curiosidad mató al gato”. ¿Lección aprendida?. Ojala.


Luego de enterarme de la historia y recordando mi arrepentimiento de haberme negado a la cita con Marcelo, me puse a reflexionar sobre la capacidad que tenemos las personas de tomar la decisión de entrar en algo que sabemos que no es lo mejor para nosotros. ¿Vale la pena intentarlo o es mejor alejarse en el momento indicado para evitar el mal sabor de una mala experiencia? O ¿Es necesario pasar por la situación para aprender y arrepentirse de algo que se hizo en vez de algo que no se hizo?. ¿Se aplicará en nuestra vida el dicho “Soldado que arranca sirve para otra batalla”?. O más bien ¿Será lícito aplicar en nuestras vidas un dicho como “Gay que arranca sirve para otra batalla?.

miércoles, 29 de agosto de 2007

¿Idealizamos antes de conocer?

Con su “Me descolocaste” y el recuerdo del sexo decidí por fin llamar a Marcelo. El teléfono marcó hasta que respondió. Luego de preguntar y saber que era yo quien llamaba noté entusiasmo en su voz, se podría decir entonces que le gusto que lo llamara. En la conversación traté de averiguar más cosas sobre Marcelo, más que mal conocía bien poco sobre él, pero hubo algo que me llamó la atención: “al preguntarle donde estaba, me respondió que había viajado a ver su hijo”. Si, tenía un hijo.

Me sorprendió la confesión, de hecho comencé a preguntar que tan fuera del closet estaba, (digamos que a estas alturas no estoy para salir con un chico no asumido) y especificó que todos sabían que era gay, pero era algo que no se comentaba. Nunca me ha importado si el chico con que salgo es papá, pero me parecería curiosa la situación y haría cientos de preguntas.

Mientras reflexionaba sobre eso, Marcelo comenzó a preguntar sobre mi vida, y parecía bastante entusiasmado con averiguar detalles sobre mi, luego de algunas preguntas volvió a decir: “Sabes Martin, ese día con lo que me dijiste me descolocaste”. He ahí nuevamente la frase, la misma que me había hecho reflexionar, por lo que no perdí tiempo y mi boca dejó escapar un sincero “¿por qué?”.

Él contestó que lo había descolocado por lo que le había dicho, por como me había acercado, por como se habían dado las cosas, que había sido todo especial. ¿Es para alguien especial tener sexo en un estacionamiento?, pensé. Para mi estar jodiendo con los pantalones a la rodilla, ebrios y con la verga a punto de estallar no me parece muy especial, pero para él existían otros detalles que lo hacían especial y que quizás para mi estaban pasando desapercibidos. Y si bien su respuesta a mi duda de su “me descolocaste” extrañamente no me había logrado entusiasmar, creo que no estaría mal volverlo a ver.

La segunda llamada suele ser decidora, ya que decides si existe o no algo de “química” post sexo y por ende si se quieren volver a ver. Hasta este momento eso último no lo tenía bien claro, pero quizás motivado por repetir el sexo o sin nada que perder, lo invite a una segunda cita. Marcelo se mostró bastante interesado y me invitó a salir para el fin de semana siguiente, primero a casa de unos amigos a beber algo y luego a bailar. ¡Wow, wow, wow, a casa de sus amigos!, ¿tan pronto y sin verme antes como para conocernos algo más?. Bueno, si bien su invitación no decía nada, él me estaba transmitiendo interés de su parte y hasta quizás algo de proyección, por lo que antes de contestar decidí pensar si quería o no juntarme otra vez y le dije que le devolvería el llamado para responder.

Marcelo me preguntó cuando, le dije que no sabía y él dijo después “tu me puedes llamar cuando quieras”. Fin de la conversación. Al colgar llamé a Osvaldo, quien antes de escucharme comenzó contándome que su “Jessy” sin conocerlo ya casi le estaba jurando amor eterno, que le había hablado hasta de vivir juntos. Todo esto me llevó a pensar “si de verdad nos damos el tiempo de conocer a las personas antes de formarnos expectativas”, o ¿Nuestra inconciente tendencia a la búsqueda de parejas nos hace idealizar a personas con las cuales compartimos una buena encamada esperando que sean el indicado?.

¿Será entonces por no darnos este tiempo que luego nuestros fracasos amorosos nos pueden llegar a doler tanto?. Mientras pensaba esto Osvaldo me comentó que le parecía extraño que su “Jessy” no se quisiera mostrar por webcam, y que antes de juntarse o creerle todo lo que le había dicho esperaría a por lo menos verlo virtualmente primero. Por mi parte, si bien me había gustado algo sentir el interés de Marcelo por mi, me incomodaba que fuese con sus amigos ahí, por lo que quizás no aceptaría su invitación, ya que antes de conocer su mundo o de entrar en él quería saber primero quién era, antes de formarme una imagen que no es, y saber así, que si me doy la instancia de conocerlo estaré en lo correcto.

martes, 28 de agosto de 2007

¿Dejar tus pertenecias en la cama de otro por una llamada?

Después de la rápida sesión de sexo recordé que aun no sabía nada de mi amigo Osvaldo, pero por la hora que era preferí hablar con él al día siguiente. Por supuesto el se había ido con acompañado a su departamento (esta bien que quiera que se la jueguen por él, pero tampoco va andar de célibe por la vida). Así que en nuestra primera conversación del día nos contamos los detalles de nuestros encuentros.

Por mi parte hablé de Marcelo, y de lo placentero que fue nuestro sexo, aunque no mencione su “me descolocaste” que no podía sacar de mi cabeza. De hecho, me empecé a cuestionar si el haber tenido sexo como lo tuvimos habría sido la manera más indicada de proceder después que alguien te dice “me descolocaste”. Habitualmente no me arrepiento de lo que hago pero en este caso lo estaba pensando más de la cuenta.

Osvaldo por su parte se había llevado a un tipo casi al terminar la noche (una de las capacidades de mi amigo, que cuando le dice “vente conmigo” a alguien nunca le dicen que no). Osvaldo no recordaba bien el nombre de quien se llevó (algo bastante habitual en él) y dijo que quizás se llamaba Julio, pero que trabajaba de cocinero en uno de los restaurant de la zona gastronómica más prestigiosa de la ciudad. Tampoco recordaba su edad, pero lo describió como masculino y bien dotado, lo que para una sesión de sexo sin compromiso, se agradece.

Osvaldo es lo que se llama versátil, porque no tienes rollos con el rol sexual y lo decide cuando está en la cama (es pasivo con los tipos dotados y es activo con los chicos más menudos y menores que él). En este caso “posible Julio” era dotado, grande (no más alto que él), mayor de 30 años y con algunos kilos de más que se debe a que si no se ejercita, con el trabajo que tiene, puede subir algo de peso fácilmente.

Según comentó Osvaldo, el trámite al llegar a casa fue más bien usual, las mamadas (donde descubrió que era dotado), para luego dejarse penetrar fuertemente por la dotación generosa de su nuevo compañero de sexo, primero de lado, luego montado, hasta venirse en su pecho, a mi juicio una de las más calientes formas de acabar (no hay nada más rico que una verga disparando semen frente a tus ojos).

Al día siguiente, ya satisfecho y sin alcohol, Osvaldo le pidió amablemente a su compañero que abandonara el departamento. ¿Julio? se fue, no antes sin darle su número a Osvaldo, pero he aquí el detalle que llama la atención, el tipo dejó sus llaves y su reloj (¿?). Curioso por decirlo menos, ¿Cómo entraría a su casa sin las llaves?, ¿Tendrá algunas de repuesto o tendrá que esperar hasta tenerlas de nuevo?. No creo.

Esto me llevó a pensar. ¿Andará por la vida dejando sus cosas para asegurar una segunda cita?. Si es así, sería una buena táctica, una táctica que me causó bastante gracia, y que luego me llevó a reflexionar sobre si ¿Será lícito dejar tus cosas en la cama de alguien si te gusta, asegurando que existirá una llamada y una segunda cita para devolverlas?. ¿Será efectivo dejar tus cosas en casa de alguien con quien tuviste sexo Express para que te vuelva a llamar?.

Quizás podríamos dejar algo como una camiseta, o un anillo, pero quizás estas cosas no sean lo suficientemente costosas para que exista la conciencia de devolverlas. Pero ¿Qué pasa si dejas un reloj o tu billetera y nunca te vuelven a llamar?. De ser así muchos perderían sus cosas, porque hay varias personas que se llevan a otros sólo por la noche y que no quedan conformes con el sexo y que obviamente no volverían a llamar, por lo que si se masificara el dejar en las camas de otros algo para asegurar una llamada para devolverlas, sería mucha la gente que perdería cosas valiosas y hasta quizás existirían aseguradoras que ofrecerían “seguros de reembolsos en caso de cosas no devueltas dejadas en camas de amantes fortuitos”. Gracioso.

Por su parte y a pesar de que sólo destacó que lo pasó bien por la dotación de su amante de la noche, Osvaldo llamaría a Julio para devolver sus cosas argumentando que Julio debía sentirse usado y más encima iba a perder sus cosas”. El punto gracioso es que Osvaldo como no recordaba exactamente como se llamaba el tipo y entre tanto número que ha guardado luego de llevarse chicos a la casa podría llamar al equivocado.

Por mi parte, y aunque Marcelo no dejó nada material en mi, si había dejado algo que ameritaba una llamada y una segunda cita, y eso era su frase “Me descolocaste”, lo que me hacía pensar que quizás aparte de haber tenido sexo rápido y morboso, algo nos podríamos haber llegado a gustar.

lunes, 27 de agosto de 2007

¿Habremos perdido la capacidad de creer?


Con el sabor al mal sexo y el aroma de su cuerpo, enfilé camino hacia mi departamento pensando en lo ocurrido y antes de llegar, mi amigo Osvaldo llamó para hacer algo en la noche, era viernes, por lo que tragos, una buena conversación y algo de fiesta me viene ideal Quedamos en el lugar de siempre y caminamos hacia nuestro bar gay usual.

Osvaldo es uno de mi mejores amigos; más de un metro ochenta, fornido, tez blanca, pelo negro corto, barba de algunos días, todo un bombón para cualquier chico, pero con una conciente e inconciente rebeldía tremenda al compromiso, porque tras su marcada imagen varonil existe un chico tierno y sensible que espera que se la jueguen por él, cosa que no todos perciben en una primera instancia.

Después de los detalles sexuales de mi experiencia con José, Osvaldo sacó a tema que había conocido a un chico por una página de contactos. Por supuesto, el tipo se flechó de inmediato con Osvaldo, y en la típica conversación de cuando se quiere conquistar, se vanaglorio de poseer una imponente situación económica y de viajar mucho, detalle que usan los que no tienen nada mejor para ofrecer. El tipo en cuestión se llamaba Jessy, tenía 29 años, trabajaba como bartender, de nacionalidad italiana, buen cuerpo, tez blanca y atractivo.

¿Bartender?, ¿que viaja por el mundo?, “curioso”, pensé, porque si somos francos, por estos lados es sabido que un bartender no gana un sueldo con muchos ceros que digamos. Paradójicamente, el celular de Osvaldo sonó y era precisamente el nuevo galancito, que no era de nuestra ciudad y que en un acto de romanticismo lo llamó para dedicarle… ¿Su primer trago servido de la noche?. La llamada nos causó gracia, ¿Quién llama para dedicar el primer trago servido de la noche?, pues nadie, así que este tipo, que aun no se mostraba por cam, quería conquistar a como de lugar o realmente tenía algún tipo de problema.

Luego nos fuimos a un club a bailar y como no había mucho que mirar, fuimos por unos tragos, ya que extrañamente después de unas copas “todo parece más bonito”. Mientras Osvaldo iba por los tragos, me fui al baño y sorpresa, entró José. Nos saludamos; yo manteniéndome indiferente, y él, estrechándome la mano como un amigo, curioso si pensamos que hace menos de cinco horas había estado moviéndose dentro de mi. Estos son los momentos en que pienso que no estoy tan errado en la mayoría de mis percepciones y me da cierta satisfacción el haber aprendido algo con todo lo que me suele pasar.

Como si el episodio de la tarde hubiese pasado hace cien años, caminé hacia donde estaba Osvaldo para contarle de mi curioso encuentro, y por supuesto, mostrarle quien era José. Vestía la misma ropa de la tarde y estaba acompañado de un chico poco agraciado, bajo, de lentes, triunfo moral para mi. Como en el club todas las noches parecen iguales, empecé a mirar para buscar lo distinto, y me quedé prendido de un chico. Trigueño, esbelto, no muy alto, un chico normal. Con mis copas encima, me puse a bailar solo mientras Osvaldo llegaba; fue entonces cuando le chico me miró y me sonrió, con la señal dada me acerqué para conocerlo. Su nombre era Marcelo, tenía 27 años, se desempeñaba en lo laboral como “independiente”.

Mientras bailábamos noté que él chico estaba algo bebido y además realizaba un intercambio de miradas con un chico que bailaba cerca, eso no me gustó y le dije “me voy”. Él, preguntó “por qué´” y le expliqué él por qué. Negó el coqueteo, pero para entonces ya no quería seguir bailando con él, así que me fui en busca a mi amigo Osvaldo, que ya no estaba en el lugar. El club terminó y al salir me encontré nuevamente con Marcelo, que caminaba delante de mi; se volteó y me hizo una seña de seguirlo. Podía reconocer a que se refería esa señal (si sé, es algo fácil, pero recuerden que en la tarde estuve con José y no acabé).

Lo seguí hasta un estacionamiento, y al llegar lo miré y le pregunté ¿Qué onda”, él me dijo, “nada, todo bien”, y después le dije que me había gustado y que me había acercado porque quería conocerlo “en buena”. Me miró extrañado, y me dijo “me descolocaste” y nos comenzamos a besar. Con alcohol y prendido por lo de la tarde, empecé a provocarlo para que diéramos algunos pasos más, por lo que le dije “se que los dos queremos sexo, pero quiero que exista un mañana”, y el chico me sonrió y llevó mi mano a su bulto, que por supuesto ya estaba erecto y era relativamente dotado.

Comencé a masajearlo y pronto me agaché para poder sacarlo y mamarlo, a la vez que él metía sus manos en mi pantalón. El sitio no era el más cómodo, pero tenía ese morbo y la excitación de ser descubiertos que calientan más, por lo mismo me apuré y comencé a mamárselo apasionadamente. Él sujeto mi cabeza con ambas manos mientras metía su pene en mi boca, luego me levantó y me volteó para apoyarme en un muro, me bajo el pantalón, mojó su verga y me penetró con un fuerte impulso.

Me dolió bastante, pero luego se fue trasformando en placer, mientras sus caderas golpeaban las mías y su respiración chocaba en mi oreja. El lugar no era para quedarse mucho rato, por lo que no tardó mucho en anunciar que iba a acabar. Lo sacó y en el instante comenzó a lanzar semen, mientras me miraba; yo hice lo propio y muy caliente eyaculé mientras el aun se agitaba su pene. Luego de limpiarnos nos fuimos rápido y mientras llegábamos al paradero, Marcelo me comentó que de verdad no esperaba que después de tanto sólo, alguien le dijera “te quiero conocer en buena” y que lo había descolocado.

Luego del intercambio de teléfonos acordamos vernos otra vez, y mientras me iba en el colectivo me puse a pensar en lo mucho que repitió que lo había descolocado. ¿Hemos perdido quizás la capacidad de sorprendernos cuando alguien quiere conquistarnos?, ¿Decir cosas como “te quiero conocer en buena” o “te dedico mi primer trago servido” nos parecen raras o tontas porque estamos acostumbrados a que todo debe tener una segunda intención?. ¿Habremos perdido inconcientemente la esperanza de encontrar gente sincera para enamorarnos?. ¿Habremos perdido la capacidad de creer?.