lunes, 28 de abril de 2008

¿Gay que arranca sirve para otra batalla?


A sido bastante el tiempo en que he estado ausente, y en honor a la dedicación de quienes leen, antes de continuar con mi vida buscando la felicidad al lado de una pareja gay estable, contaré que fue lo que ocurrió con mi historia con Marcelo, y de mi amigo Osvaldo y su enigmático amigo virtual “Jessy”.

Por mi parte, y sin tener una idea clara de un por qué, no concreté la segunda cita con Marcelo. La verdad no es por miedo a entrar en una relación estable (dado que el quería algo un poco más oficial), sino que corresponde a después de un par de llamadas me di cuenta que Marcelo y yo teníamos bastante poco en común, por lo que verme e intentar algo con alguien que nada tiene que ver conmigo, podría, en lo pronto, ser más un dolor de cabeza que una relación provechosa.

Por el lado de Osvaldo, siguió hablando con su amigo Jessy, hasta que por fin aceptó a mostrarse por cam y, sorpresa, no tenía nada que ver con el chico de las fotos. Según él, las fotos habían sido tomadas hace mucho tiempo; sin embargo, en la fotografía aparecía un guapo y musculoso chico trigueño, pero él distaba mucho de ese prototipo. Muy por el contrario, era moreno, algo pasado en kilos y con lentes de contacto de color verde.

Osvaldo se decepcionó mucho al sentirse engañado, pero ¿Quién a dicho la verdad desde que apareció Internet?. Muy pocos. A pesar de ello, Osvaldo y Jessy siguieron hablando, hasta que una noche, en la que no habíamos salido de fiesta Jessy llamó cerca de las cinco de la mañana a Osvaldo. El tipo decía estar saliendo de una de las fiestas de circuito, “Liquid”, para ser más exactos, y que quería irse al departamento de Osvaldo.

Sin explicación alguna y quizás con la curiosidad encima de saber ¿quién diablos era el bartender?, Osvaldo aceptó, y luego de una hora, Jessy estaba en el departamento. En persona el tipo era menos afortunado aun, y Osvaldo claramente decepcionado por la mala decisión tomada, no tuvo otra opción que acceder a la propuesta de un hombre gay de notorios 35 años, tomado y algo drogado, que luego de una noche de fiesta buscaba lo que todo gay puede buscar a esas horas: sexo.

Por lo menos el famoso Jessy era dotado, pero era dueño de un miembro con particular característica: su verga se erectaba curva. Pero no algo usual hacia arriba o hacia abajo, sino hacia la izquierda; es decir, tenía un pene que parecía un gancho. Osvaldo estaba decepcionado y en cada embestida del “Hombre pene gancho” más se arrepentía de haber invitado a alguien que sabía que no era quien había dicho ser. En otras palabras, “La curiosidad mató al gato”. ¿Lección aprendida?. Ojala.


Luego de enterarme de la historia y recordando mi arrepentimiento de haberme negado a la cita con Marcelo, me puse a reflexionar sobre la capacidad que tenemos las personas de tomar la decisión de entrar en algo que sabemos que no es lo mejor para nosotros. ¿Vale la pena intentarlo o es mejor alejarse en el momento indicado para evitar el mal sabor de una mala experiencia? O ¿Es necesario pasar por la situación para aprender y arrepentirse de algo que se hizo en vez de algo que no se hizo?. ¿Se aplicará en nuestra vida el dicho “Soldado que arranca sirve para otra batalla”?. O más bien ¿Será lícito aplicar en nuestras vidas un dicho como “Gay que arranca sirve para otra batalla?.

No hay comentarios: